Tras haber analizado la primera etapa que afrontaremos ante el momento de la inversión, hoy vamos a profundizar sobre un aspecto que hemos mencionado en el post anterior y que merece un estudio más meticuloso: los objetivos del inversor.
¿Cuál es nuestra meta?
Es importante, como ya mencionamos brevemente, conocer y especificar claramente los objetivos financieros que pretendemos alcanzar por medio de nuestra inversión. Esto es esencial, no tan solo porque una correcta estructuración de nuestras metas es aconsejable, sino porque no es posible alcanzar todo tipo de objetivos con cualquier producto financiero.
Los objetivos irán en consonancia con la personalidad y contexto que rodea a cada persona, siendo importante, por tanto, no perder de vista esas circunstancias personales cambiantes. Y es que si estas se modifican, también pueden hacerlo las metas financieras anheladas por los inversores.
Vamos a explicar una serie de sencillos ejemplos para entender lo que acabamos de desarrollar:
- Provisión/revalorización del capital para futuros e importantes gastos: Estos objetivos están muy ligados con el tiempo disponible por parte del individuo inversor. Una boda, los estudios de un hijo, la entrada del piso o del coche, o las vacaciones, son ejemplos sencillos de esta variante; sin olvidar la provisión para la jubilación, uno de los objetivos financieros personales más destacados que nunca deben obviarse para que nuestro nivel de vida no se vea gravemente dañado en ese plazo.
- Aumentar los ingresos mensuales: Este objetivo es habitual entre personas como pensionistas, que obtienen unos ingresos muy delimitados, y que pueden desear conseguir un extra mensual para aumentarlos. Los productos de renta fija habitúan a lograr unos intereses fijos que no implican un excesivo riesgo.
Fija objetivos cuantificables
No podemos conformarnos con establecer una lista de objetivos generales que no van a motivarnos ni ponernos rumbo a una dirección fija y clara. Atreverse a usar números es imprescindible, sin obviar el otorgar a estos el carácter realista que se merecen, ya que en juego se encuentra nuestro capital. Finalmente, tampoco podemos olvidarnos de fijar unos plazos respecto a la consecución de estos objetivos particulares.
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