A lo largo de la vida, nos enfrentamos a multitud de situaciones inesperadas que se escapan de nuestro control. Un accidente, una avería importante, o el brote de una enfermedad, son ejemplos genéricos de casos impredecibles que suelen acumularse en los peores momentos. Si, cuando ocurren, no estamos preparados para afrontarlos económicamente, vamos a encarar un callejón sin salida que va a afectar directamente a nuestra calidad de vida. En estos casos es habitual recurrir a las dos siguientes alternativas:
- Retirar o cancelar inversiones cuyo vencimiento estaba fijado en un largo o medio plazo: Estas prisas por vender rápido suelen conllevar vender mal y barato, perdiendo habitualmente los intereses acumulados hasta el momento e incluso pagando ciertas sanciones o multas a causa de la anticipación.
- Endeudarse: Tampoco podemos obviar esta opción tan recurrente, que tiende a empeorar aún más nuestra saludo financiera. Como siempre hemos recomendado, pedir préstamos no debe ser el recurso fácil cuando tenemos problemas financieros, ya que primero debemos contemplar otras muchas situaciones.
Pese a esto, la opción del crédito no es sustitutiva a la del ahorro del fondo, ya que a lo largo de la vida pueden presentarse momentos en los que será necesaria la deuda, sin eliminar la recomendación de mantener un fondo de emergencia cubriendo nuestras espaldas.
¿Cuánto debemos guardar?
Esta cuantía va a depender de una serie de variables personales y particulares de cada familia. Por ejemplo, no podemos calcular un fondo de emergencia similar en el caso de un hogar formado por una familia numerosa respecto a otro donde solo convive una pareja; o el de una familia sin automóvil respecto a una que lo posea.
En cualquier caso, los economistas suelen recomendar reservar en este fondo una cantidad equivalente a los gastos aproximados que tenemos regularmente cada 3-6 meses. No debemos pretender alcanzar este capital lo antes posible, dejando de lado gastos necesarios o inversiones de futuro positivas.
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